Hablar a los discípulos es algo distinto. Hablar a los discípulos significa que el otro es receptivo —no solo receptivo, sino inmensamente bien recibido. Eres bienvenido, la otra parte quiere que entres, quiere ser el anfitrión de todo lo que digas. Las puertas están abiertas, las ventanas están abiertas para que te conviertas en brisa, en la luz del sol y entres en sus seres. No tienen miedo, no están a la defensiva, no cuestionan; están listos para acompañarte de todo corazón a cualquier dimensión desconocida.
Hablar a los discípulos no es un tipo de discusión o de debate —es un diálogo. Es mucho más un diálogo como aquel entre dos amantes. El discípulo ama al Maestro, el Maestro ama al discípulo. Un profundo amor fluye entre ellos. El amor es el puente, y así se pueden explicar grandes verdades, transmitir, casi materializar.
Osho

Amado Maestro

Amado Maestro

martes, 17 de noviembre de 2009

Sólo los individuos pueden relacionarse; las personalidades no pueden hacerlo.

Las personalidades son como sombras. No pueden encon­trarse, no pueden mezclarse, porque no existen. Las personalidades son falsas. Por eso en todo el mundo la gente habla del amor, pero no hay amor. Hablan de amistad, pero no hay amistad; incluso hablan de con­fianza. Pero para eso se necesita una individualidad tremendamente poderosa. Las personalidades no pueden confiar; siempre tienen miedo, miedo de que su realidad quede expuesta, de que sea conocida.
En lo que incumbe a mi gente, no hay problema; no se trata de luchar por la individualidad. Yo os declaro individuos, vuestra indivi­dualidad no es ningún problema; no tenéis que protegerla. Podéis mez­claros y juntaros, podéis ser amigos, podéis ser amantes. Podéis trabajar juntos; podéis trabajar unos a las órdenes de otros sin ningún miedo por­que habéis renunciado a la personalidad, que siempre tiene miedo. Ahora tenéis una individualidad, una roca sólida que no tiene miedo.
Osho