Dice Osho: "No sólo ustedes están aprendiendo conmigo; yo también estoy aprendiendo con ustedes."
Hablar a los discípulos es algo distinto. Hablar a los discípulos significa que el otro es receptivo —no solo receptivo, sino inmensamente bien recibido. Eres bienvenido, la otra parte quiere que entres, quiere ser el anfitrión de todo lo que digas. Las puertas están abiertas, las ventanas están abiertas para que te conviertas en brisa, en la luz del sol y entres en sus seres. No tienen miedo, no están a la defensiva, no cuestionan; están listos para acompañarte de todo corazón a cualquier dimensión desconocida.
Hablar a los discípulos no es un tipo de discusión o de debate —es un diálogo. Es mucho más un diálogo como aquel entre dos amantes. El discípulo ama al Maestro, el Maestro ama al discípulo. Un profundo amor fluye entre ellos. El amor es el puente, y así se pueden explicar grandes verdades, transmitir, casi materializar.
Osho
Hablar a los discípulos no es un tipo de discusión o de debate —es un diálogo. Es mucho más un diálogo como aquel entre dos amantes. El discípulo ama al Maestro, el Maestro ama al discípulo. Un profundo amor fluye entre ellos. El amor es el puente, y así se pueden explicar grandes verdades, transmitir, casi materializar.
Osho
Amado Maestro
jueves, 12 de febrero de 2009
sábado, 7 de febrero de 2009
Rabindranath Tagore: Estuve buscando a Dios...
Estuve buscando a Dios durante miles de vidas. Lo ví... a veces muy lejos... Me apuré... cuando hube llegado allí, él se había ido más lejos. Esto siguió y siguió. Pero finalmente llegué a una puerta, y en la puerta había un cartel: "Esta es la casa donde vive Dios".
Por primera vez me preocupé. Me inquieté mucho. Temblando, subí las escaleras. Estaba a punto de golpear la puerta, y súbitamente, en un instante, ví... Si golpeo la puerta y Dios abre, ¿luego qué? Luego, todo ha terminado: mis viajes, mis peregrinajes, mis grandes aventuras, mi filosofía, mi poesía, todo el anhelo de mi corazón. Todo habrá terminado. ¡Sería un suicidio! Comprendiendo, me quité los zapatos de los pies... porque al bajar las escaleras podría hacer algún ruido... Y desde el momento en que llegué al pie de las escaleras, corrí. Y no he mirado hacia atrás desde entonces. He estado corriendo y corriendo durante miles de años. Todavía estoy buscando a Dios, aunque sé ahora dónde vive. De modo que todo lo que debo hacer es evitar el lugar, y puedo seguir buscándolo en cualquier otra parte. Pero debo evitar esa casa... esa casa me obsesiona. La recuerdo perfectamente. Si por casualidad entro accidentalmente en esa casa, entonces todo habrá terminado.
Rabrindranath Tagore
Por primera vez me preocupé. Me inquieté mucho. Temblando, subí las escaleras. Estaba a punto de golpear la puerta, y súbitamente, en un instante, ví... Si golpeo la puerta y Dios abre, ¿luego qué? Luego, todo ha terminado: mis viajes, mis peregrinajes, mis grandes aventuras, mi filosofía, mi poesía, todo el anhelo de mi corazón. Todo habrá terminado. ¡Sería un suicidio! Comprendiendo, me quité los zapatos de los pies... porque al bajar las escaleras podría hacer algún ruido... Y desde el momento en que llegué al pie de las escaleras, corrí. Y no he mirado hacia atrás desde entonces. He estado corriendo y corriendo durante miles de años. Todavía estoy buscando a Dios, aunque sé ahora dónde vive. De modo que todo lo que debo hacer es evitar el lugar, y puedo seguir buscándolo en cualquier otra parte. Pero debo evitar esa casa... esa casa me obsesiona. La recuerdo perfectamente. Si por casualidad entro accidentalmente en esa casa, entonces todo habrá terminado.
Rabrindranath Tagore
martes, 3 de febrero de 2009
Copos de Nieve Tan Bellos Como Éstos
Copos De Nieve Tan Bellos Como Éstos
Durante casi veinte años, Houn, un lego dedicado al estudio
del zen, vivió en el Templo de Yakusan, y adhirió a la
disciplina del maestro Igen.
Llegó un día en que decidió volver con su familia. El maestro
les pidió a diez de sus discípulos que lo acompañaran hasta
la puerta. Estaba nevando y Houn, mirando hacia arriba, dijo:
-Me encanta. En otro lugar no caen copos de nieve tan
bellos como éstos.
-¿En otro lugar? -preguntó uno de los diez discípulos-.
¿Dónde está ese otro lugar?
Y Houn le dio una bofetada en el rostro.
-¿Por qué haces eso, querido lego? -le preguntó el discípulo,
frotándose la mejilla.
-¿Cómo puedes hacerte pasar por un hombre del zen?
le dijo Houn, irritado-. Te irás al Infierno.
-¿Y tú? -gritó el discípulo-. ¿Qué hay de ti?
Houn volvió a abofetearlo.
-Tienes ojos, pero no ves -le dijo por encima de su hombro,
mientras se retiraba-. Y tienes boca, pero eres mudo.
Durante casi veinte años, Houn, un lego dedicado al estudio
del zen, vivió en el Templo de Yakusan, y adhirió a la
disciplina del maestro Igen.
Llegó un día en que decidió volver con su familia. El maestro
les pidió a diez de sus discípulos que lo acompañaran hasta
la puerta. Estaba nevando y Houn, mirando hacia arriba, dijo:
-Me encanta. En otro lugar no caen copos de nieve tan
bellos como éstos.
-¿En otro lugar? -preguntó uno de los diez discípulos-.
¿Dónde está ese otro lugar?
Y Houn le dio una bofetada en el rostro.
-¿Por qué haces eso, querido lego? -le preguntó el discípulo,
frotándose la mejilla.
-¿Cómo puedes hacerte pasar por un hombre del zen?
le dijo Houn, irritado-. Te irás al Infierno.
-¿Y tú? -gritó el discípulo-. ¿Qué hay de ti?
Houn volvió a abofetearlo.
-Tienes ojos, pero no ves -le dijo por encima de su hombro,
mientras se retiraba-. Y tienes boca, pero eres mudo.
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