Hablar a los discípulos es algo distinto. Hablar a los discípulos significa que el otro es receptivo —no solo receptivo, sino inmensamente bien recibido. Eres bienvenido, la otra parte quiere que entres, quiere ser el anfitrión de todo lo que digas. Las puertas están abiertas, las ventanas están abiertas para que te conviertas en brisa, en la luz del sol y entres en sus seres. No tienen miedo, no están a la defensiva, no cuestionan; están listos para acompañarte de todo corazón a cualquier dimensión desconocida.
Hablar a los discípulos no es un tipo de discusión o de debate —es un diálogo. Es mucho más un diálogo como aquel entre dos amantes. El discípulo ama al Maestro, el Maestro ama al discípulo. Un profundo amor fluye entre ellos. El amor es el puente, y así se pueden explicar grandes verdades, transmitir, casi materializar.
Osho

Amado Maestro

Amado Maestro

martes, 3 de febrero de 2009

Copos de Nieve Tan Bellos Como Éstos

Copos De Nieve Tan Bellos Como Éstos

Durante casi veinte años, Houn, un lego dedicado al estu­dio
del zen, vivió en el Templo de Yakusan, y adhirió a la
dis­ciplina del maestro Igen.
Llegó un día en que decidió volver con su familia. El maes­tro
les pidió a diez de sus discípulos que lo acompañaran has­ta
la puerta. Estaba nevando y Houn, mirando hacia arriba, di­jo:
-Me encanta. En otro lugar no caen copos de nieve tan
be­llos como éstos.
-¿En otro lugar? -preguntó uno de los diez discípulos-.
¿Dónde está ese otro lugar?
Y Houn le dio una bofetada en el rostro.
-¿Por qué haces eso, querido lego? -le preguntó el discí­pulo,
frotándose la mejilla.
-¿Cómo puedes hacerte pasar por un hombre del zen?­
le dijo Houn, irritado-. Te irás al Infierno.
-¿Y tú? -gritó el discípulo-. ¿Qué hay de ti?
Houn volvió a abofetearlo.
-Tienes ojos, pero no ves -le dijo por encima de su hombro,
mientras se retiraba-. Y tienes boca, pero eres mudo.

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