Hablar a los discípulos es algo distinto. Hablar a los discípulos significa que el otro es receptivo —no solo receptivo, sino inmensamente bien recibido. Eres bienvenido, la otra parte quiere que entres, quiere ser el anfitrión de todo lo que digas. Las puertas están abiertas, las ventanas están abiertas para que te conviertas en brisa, en la luz del sol y entres en sus seres. No tienen miedo, no están a la defensiva, no cuestionan; están listos para acompañarte de todo corazón a cualquier dimensión desconocida.
Hablar a los discípulos no es un tipo de discusión o de debate —es un diálogo. Es mucho más un diálogo como aquel entre dos amantes. El discípulo ama al Maestro, el Maestro ama al discípulo. Un profundo amor fluye entre ellos. El amor es el puente, y así se pueden explicar grandes verdades, transmitir, casi materializar.
Osho

Amado Maestro

Amado Maestro

jueves, 19 de agosto de 2010

Dice Osho: El calor y el frío son grados de una misma cosa;...

El calor y el frío son grados de una misma cosa; no son cosas diferentes. La diferencia entre ambos es una cuestión de cantidad, no de cualidad.
¿Habéis pensado alguna vez en la diferencia entre la infancia y la vejez? Solemos pensar que son cosas opuestas: la infancia por un lado, la vejez por otro lado. Pero ¿en qué se diferencia, en realidad, la infancia de la vejez? La única diferencia es una cuestión de años, la única diferencia es una cuestión de días; la diferencia no es cualitativa, sólo es cuantitativa.
Pensemos, por ejemplo, en un niño de cinco años. Podemos llamarlo “un viejo de cinco años”. ¿Qué tendría de malo? Si decimos “un niño de cinco años” es sólo por una costumbre de la lengua. Si queremos, podemos decir (como se hace en inglés) que es “cinco años viejo” (five years old), lo que también puede significar que es “un viejo de cinco años”. Un hombre es un viejo de setenta años, mientras que otro es cinco años viejo. ¿Qué diferencia hay? Si queremos, podemos decir que el hombre de setenta años es un niño de setenta años: al fin y al cabo, el niño crece hasta hacerse viejo. Pero cuando observamos estas cosas por separado, parecen dos cosas contradictorias. Parece que la infancia y la vejez son cosas opuestas entre sí. Pero, si lo fueran, el niño no podría hacerse viejo nunca. ¿Cómo podría? ¿Cómo pueden dos cosas contrarias ser una misma? ¿Habéis visto alguna vez el día o la noche en que el niño se convertía en un viejo? ¿Podéis señalar sobre el calendario que en tal día este hombre era un niño y que en tal otro día se convirtió en viejo?
Osho-Aquí y Ahora

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